Marina Picasso

Marina Picasso, soltando lastre y rencor contra su abuelo a golpe de subasta

Marina Picasso, nieta de Pablo Picasso @GETTY
Marina Picasso, nieta de Pablo Picasso @GETTY
María Villardón

Conocidísimo es el rencor que Marina Picasso, la hija de Paul Picasso, le profesa a su abuelo, Pablo Picasso. Nunca lo ha escondido, jamás ha mostrado ni un ápice de simpatía por el autor de ‘Las señoritas de Avignon’ –obra considerada el inicio del Cubismo–, incluso le dedicó un libro (‘Picasso, mi abuelo’) prácticamente entero sobre el sufrimiento que la actitud “caníbal” –concepto que también utilizó el biógrafo del pintor cubista, John Richardson– había provocado en todos los miembros de su familia.

No sólo por la indiferencia emocional a la que les sometía, según Marina Picasso, sino, además, por las condiciones económicas precarias en las que vivían por la escasa generosidad del artista. Es más, cuando Olga Khokhlova –su primera mujer– le pidió la separación porque Picasso ya estaba enamoriscado de la nadadora Marie Thérèse Walter, el artista se negó al divorcio legal porque le hubiera tenido que dar el 50% de sus bienes. Picasso no estaba dispuesto ni a tal dispendio ni tampoco a renunciar a la acomodada vida de burgués que antes despreciaba.

Marina: “Imitaba a los burgueses a los que antes calumniaba”

Un desaire hacia las clases acomodadas –“Picasso es comunista; yo, tampoco”, afirmaba con ironía Salvador Dalí tras su conferencia en el María Guerrero–, que también criticó con dureza la hija de Paul Picasso. “Junto a Olga podía acercarse a un mundo que le era desconocido. El de la aristocracia de la elegancia, del saber vivir y, sobre todo, del saber estar en la gran sociedad. Se hizo vestir en Londres, aprendió a beber champagne, a frecuentar salones de moda y a imitar a los burgueses que antes siempre había calumniado”, añade cuando se refiere a la arrogancia del artista.

Pablo Picasso leyendo @Getty
Pablo Picasso leyendo @Getty

De esta ausente generosidad también dio cuenta Émilienne Lotte, primera mujer de su hijo Paul –algo desequilibrada, aficionada a los jovencitos y el alcohol tras el divorcio y obsesionada con el hecho de ser la nuera de Picasso– contaba “sin recato” a los más íntimos: “Ya veis, con toda su fortuna, ese cerdo siempre nos tiene sin blanca”.

Unas precarias condiciones de las que, no obstante, ha podido resarcirse a lo largo de los años al ser una de las herederas de parte del patrimonio artístico de Picasso, uno de los legados más extensos del mundo del arte. “Un legado que le fue dado sin amor”, se ha quejado. Marina Picasso ya ha puesto a subasta en varias ocasiones obras de su abuelo y la próxima semana lo volverá a hacer. 

Sotheby’s subastará obra de Picasso valorada en 1,3 millones

El 4 y 5 de febrero Sotheby’s subastará en Londres un grupo de obras de la colección de la nieta de Picasso, desde trabajos en papel hasta cerámica. Entre las obras seleccionadas, se pueden encontrar bocetos animados o fantásticas creaciones de arcilla con un valor estimado de entre 950.000 euros y 1,35 millones de euros.

Las obras del autor del Guernica, explican desde un comunicado de la casa de subastas, profundizan en la fascinación del artista por el retrato y las inconfundibles formas de captar los rostros de las personas. No obstante, y a pesar de ser afortunada por el importante legado financiero, Marina Picasso confiesa que “la única y magnífica creación que nos regaló –y la que más quiero– es el nacimiento de mi padre”.

Parte de las obras de Picasso que serán subastadas @Sotheby's
Parte de las obras de Picasso que serán subastadas @Sotheby’s

También se lamenta amargamente de la ausencia de retratos de ella y de su hermano, Pablito –que muere a los 23 años tras ingerir una botella de lejía–, en La Californie –villa de Picasso en Cannes (Francia) que fue puesta a la venta por Marina en 2015– y la proliferación de dibujos a lápiz de los hijos que tuvo con François Gilot o Marie Thérèse Walter. “Hojeábamos a escondidas los catálogos, los libros de arte, intentábamos reconocernos en los rasgos de un fauno, en el calidoscopio de una naturaleza muerta. Descubríamos por todas partes estudios y pinturas de Maya, de Claude y Paloma, su sastre, gente que no conocíamos, cafeteras, fruteros, puerros… y de nosotros, nada”, escribía en sus memorias.

Richardson: “Picasso te extraía la fuerza”

Nadie puso zafarse de la egolatría del mayor titán de las artes que ha conocido el S. XX y, probablemente, la Historia del Arte en su totalidad. Lo único que acompañaba a cada una de las personas que compartían su vida era una sombra alargadisíma donde, previsiblemente, y a tenor del relato de Marina Picasso, sólo se logrará ser un ente dependiente. “Mi intención es hacer palpable el sufrimiento de las víctimas del virus I love you-Picasso, cuyo objetivo éramos nosotros. Una mezcla de promesas no cumplidas, de abuso de poder, de mortificaciones, de desprecio”, relataba en el sonadísimo libro.

Marina Picasso en julio de 2001 en Francia. @Getty
Marina Picasso en julio de 2001 en Francia. @Getty

Por su parte, Richardson, tras la publicación de Picasso. 1907 – 1917 (Ed. Alianza) y último gran testigo de la vida del, artista, reconocía en una entrevista que “Picasso te extraía la fuerza. Podías pasar el día con él en aparente descanso yendo a la playa, pero, al final, las cuatro o cinco personas a su alrededor sufríamos un agotamiento nervioso colectivo. Chupaba hasta la última gota de energía de un modo canibalístico o vampirístico”.

La defensa por la abuela públicamente humillada: «Picasso, el genio del mal»

Marina Picasso, además, no sólo aprovechó el libro para hacer un retrato espeluznante de Picasso, sino también para hacer una férrea defensa de su abuela Olga frente a los que la tachaban de mala bailarina o “asfixiante”, como de ella dijo el crítico de arte John Berger en ‘Fama y Soledad de Picasso’. “Fui afortunada al tener a aquella abuela. Pertenecía a la raza de los señores, por eso, nadie tiene derecho a mancillar su imagen, mucho menos esos Judas que, para alimentar el ego de Picasso, se creyeron obligados a denigrar la gran dama que era”, asevera en las mismas memorias.

Retrato de Olga en un sillón, primavera de 1918. Musée national Picasso-Paris. © RMN-Grand Palais / Mathieu Rabeau. © Sucesión Pablo Picasso, VEGAP: Madrid, 2019.
Retrato de Olga en un sillón, primavera de 1918. Musée national Picasso-Paris. © RMN-Grand Palais / Mathieu Rabeau. © Sucesión Pablo Picasso, VEGAP: Madrid, 2019.

El experto en arte Michael FitzGerald, brindando la justicia que Olga merecía, escribía: “Quedó reducida a una caricatura, una burguesa tacaña cuyo comportamiento errático y desesperado en su vejez delata un instinto depredador”. En este aspecto, decía Marina Picasso, “gracias a Dios, no formo parte del clan de esos expertos que, para exaltar la obra de Picasso, descuartizaron sin misericordia a mi abuela. Cuando oigo hablar de un genio, siento el impulso de contestar: Sí, el genio del mal”. Ya le advirtió María Picasso a Olga cuando el artista viajó con ella a Barcelona: “Ninguna mujer podrá ser feliz con mi hijo”.

Poco a poco, Marina Picasso va soltando lastre y rencor poniendo a la venta muchas de las obras que heredó en las mejores casas de subastas. Sin embargo, es probable que, a pesar de esta permanente huida hacia adelante, jamás logré aliviar su resentimiento porque como ella misma escribió: “Nadie puede huir de Picasso”.

@MaríaVillardón

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